02 enero 2007

LAS LLAMADAS PERDIDAS DEL 11 M.

No hace mucho miraba un reportaje que trataba de mostrar a los televidentes el servicio a la comunidad de Madrid que prestan día tras día los trabajadores del SAMUR. Un trabajo que me pareció durísimo e ingrato y que no está pagado con dinero sobretodo cuando se trata del servicio nocturno. Pero lo que más me llamó la atención fue que a la pregunta de cuál había sido el día más duro en lo que llevaban de profesión, la respuesta era unánime y sin excepción, el 11 M.
Supongo que para la mayoría de los españoles hay un antes y un después del 11 M en la historia de este país. Un día en el que se olvidaron nacionalismos y rencillas políticas y todos los españoles fuimos madrileños. Con la nariz pegada al televisor sin importarnos que había trabajo atrasado en las oficinas. Con la sensación de que aquello no podía estar pasando, no en nuestro país, no en Madrid, con la esperanza ingenua de que en cualquier momento nos despertaríamos de aquella pesadilla y todo quedaría en un mal sueño, pero no fue así, las televisiones seguían transmitiendo en directo el horror, el caos, el pánico, todo ello llevado en tiempo real a todos los habitantes del país que eran incapaces de dejar de mirar por mucho que doliera. Mucho vimos que no deberíamos de haber visto nunca, imágenes imborrables, testimonios desesperados de testigos presos del pánico y la ansiedad, vídeo aficionados sin escrúpulos, montañas de escombros con personas atrapadas en su interior, el reconocimiento de los cuerpos por los familiares en el pabellón 6 de IFEMA, la desolación en las caras de los bomberos y trabajadores del SAMUR que ya poco podían hacer, en definitiva, un país paralizado en hora punta que sin haber podido asimilar todavía aquella tragedia se preguntaba el por qué de la matanza y buscaba culpables a quien poder odiar.
Las informaciones que se filtraban a través de los medios de comunicación eran confusas, la autoría no estuvo clara hasta bien entrada la mañana, lo que en un primer momento se pensó que era un acto terrorista de ETA, hipótesis que defendía el Gobierno, más tarde, a raíz de las primeras pistas, se aclaró que se trataba de un atentado adjudicado al terrorismo islamista. A tres días de las elecciones generales se intentaron manipular las pruebas y ocultar la verdad que todo un país pedía a gritos manifestándose, y la falta de transparencia de la que hizo gala el PP le costó las elecciones. El 14 de Marzo los españoles se acercan a las urnas de los colegios electorales marcados por el dolor y la manipulación de la que habían sido objetos.
Todo el mundo recuerda qué estaba haciendo ese día en la hora fatídica, o cómo se enteró de la brutal noticia, yo no recuerdo especialmente eso, la imagen que se quedó grabada en mi retina, y con la que todavía a veces sueño, fue la de los cuerpos sin vida que iban rescatando los bomberos de los escombros. Estaban alineados uno junto a otro en los andenes desiertos de las vías del tren, allí solos, sin custodia, esperando sin notar la tardanza que los trasladaran al pabellón de IFEMA para el posterior reconocimiento por algún ser querido cuya vida no volvería a ser la misma. Sus cuerpos sin vida los habían cubierto con telas blancas que en algunos casos dejaban ver una mano, un trozo de pelo o un pie sin zapato. Y el sonido, el sonido aterrador de los móviles que no paraban de sonar, distintos timbres y distintas melodías a la vez, los móviles que todavía llevaban entre sus objetos personales, esas llamadas perdidas que ya nunca iban a poder devolver, y con cada llamada una historia, una vida entera truncada, y al otro lado un familiar enfermo de preocupación que no se cansaría nunca de insistir con la esperanza incierta de que le cogieran el teléfono. Y desde entonces empecé a pensar que si la muerte hiciera algún ruido al desplazarse sería una insistente llamada perdida de un móvil.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué duro. Casi lo lográs, pero creo que voy a seguir siendo de esos que no atienden nunca el teléfono (aunque me hiciste reconsiderarlo un poco).