14 septiembre 2007

FOR SALE.

La gente mayor, los jubilados, los ancianos, la tercera edad, los abuelos, o como quieran llamarlos, pasan por mi pequeño reducto laboral de nuevas tecnologías para dejarme el testimonio de un pedacito del pasado, envasado en cuerpos lentos y torpes, cuyos recuerdos ya solo se venden como artículos baratos del todo a cien sin garantía de calidad a largo plazo. Inquieta la forma en la que el cerebro humano, llegadas ciertas edades, no es capaz de recordar lo q hizo el día anterior, pero puede procesar con todo lujo de detalles las vidas de hace 30 años. La mayoría viven en las mismas casas rurales donde nacieron ayudados por comadronas de vocación, que no de profesión, en una época en la que era corriente que en un parto murieran o la madre o el niño. Viven todavía en el reducto de sus recuerdos vitalicios, rodeados de fotografías y objetos que llenan el santuario de su pequeña existencia, por lo que el ejercicio del qué paso y cuándo se agiliza y se favorece en cierta medida.

No suelo recordar a menudo cosas de mi infancia/adolescencia, quizás hechos muy puntuales por la repercusión posterior, pero cuando visito la casa familiar los fantasmas del pasado a veces no me dejan mantener una conversación normal, son como flashes de imágenes contínuas, agazapadas durante mucho tiempo en algún rincón neuronal, y que con la proximidad de encontrarse en la casa donde se gestaron cobran protagonismo en el subconsciente más traicionero.

Hoy esa casa se ha convertido en un número más de la especulación inmobiliaria, este será el último verano que permanezca orgullosamente erguida tras 35 años, después entrarán las excavadoras y una constructora se hará rica vendiendo apartamentos minúsculos en primera linea de playa, y sus nuevos inquilinos, ajenos al hecho de que las vidas pasadas de algunos quedarán reducidas a escombros, empezarán a construir nuevos recuerdos sobre el mismo terreno, que echarán de menos en un futuro cuando otra constructora haga lo mismo.

Es solo una casa, algo material y sustituible, podrían pensar muchos. Me mudé allí antes de cumplir el año de vida, no he conocido otra cosa a la que se le pudiera llamar hogar, bueno o malo, pero al fin y al cabo el único que tengo, hasta ahora siempre contaba con un refugio fijo donde poder caerse muerto.Todo lo demás han sido casas de alquiler compartidas, novios de pega, y contínuas mudanzas a media noche adaptadas a una vida de mileurista morosa y amores de prestado.

Hoy, hay un enorme cartel promocional de la constructora que tapa gran parte de la entrada. Solo puedo pensar en una de las últimas escenas de "Cinema Paradiso", cuando el pueblo entero se reune delante del antiguo edificio del cine en ruinas para ver como lo derriban, no se trataba de asistir solo a una demolición, era un último homenaje al lugar que los vió crecer, enamorarse, casarse, tener hijos, y envejecer, una vida entera, cada uno con sus propios pedacitos de un pasado que trató a unos mejor que a otros, pero compartiendo un mismo techo, el adios a tantos recuerdos que desaparecerían en el mismo momento que el edificio cayera porque solo podían ser recordados allí dentro.

Solo que en mi caso, yo no voy a estar allí cuando las excavadoras hagan su trabajo.