14 enero 2007

DIME COMO MIRAS Y TE DIRÉ QUIEN ERES.

En mi persistente manía adquirida con los años de observarlo todo minuciosamente y luego clasificarlo, he descubierto una nueva forma de etiquetar a las personas según te miran cuando te cruzas con ellas caminando por la calle hacia el destino que sea. También me dedico a imaginarme las vidas de las personas que viajan en mi autobús, a qué se dedican, si están casadas, si tienen hijos, por qué tienen caras de tristeza, alegría, enfado..., pero eso es otro asunto que no viene al caso.

He de decir que no hago clasificaciones de individuos discriminatorias, elitistas u ofensivas, con el tiempo aprendí que para ser aceptado tal y como uno es tiene que empezar a incluir la tolerancia de vez en cuando en su vocabulario y hacer uso de ella, aunque desafortunadamente, no siempre el entorno responde de la misma manera. Solo se trata, según quienes me conocen, de mi tendencia a personalizarlo todo, a hacerlo mio, a tener mis propias clasificaciones que a veces son inexplicables para todos los demás menos para mí.

Cuando uno pasa mucho tiempo andando por la calle, empiezas a reconocer a todas las personas con las que te cruzas, por el simple motivo de que todas ellas, al igual que tu, hacen el mismo trayecto a pie todos los días a la misma hora. Son esas caras conocidas de vista que si las ves en cualquier otro lugar fuera de ese contexto ya te pasas toda la tarde con esa cara dando vueltas por el cerebro devanado, que no es capaz de decirte de qué conoces a esa persona hasta que llega el día siguiente por la mañana, te la vuelves a cruzar y de repente, has visto la luz, ya sabes de que te sonaba esa cara. Lo peor y más bochornoso llega para los despistados como yo , que en esas situaciones, todavía crees que conoces al individuo en cuestión de otra parte y que aunque eres incapaz de recordar su nombre ni quien es, intuyes que debes pararte, saludar e incluso preguntar por la familia, para perplejidad del que tienes en frente que para no quedar mal, como tampoco recuerda quién eres, no decide deshacer el entuerto, te sigue la corriente, y encima le has pasado el mismo conflicto mental a su cerebro que se tirará un buen rato también devanándose para intentar acordarse de alguien que nunca ha conocido personalmente. Hasta que al día siguiente, a la misma hora de la mañana y en el mismo trayecto de calle, los dos al cruzarnos y mirarnos a la cara, vemos la luz, saludamos tímidamente, nos damos cuenta de la metedura de pata hasta las ingles de la tarde anterior, y solo puedes acelerar el paso y morir en el intento de ahuyentar el bochorno lo antes posible.

Incluso a medida que pasan los meses empiezas a diferenciarlos y a notar su ausencia si un día faltan a la cita obligada del cruce de miradas en la calle. Y vas recopilando datos mentalmente a medida que avanzas: la señora del abrigo verde se ha comprado otro en las rebajas, me parece el mismo pero de otro color ; el viejecito del chucho nervioso con pelado afeminado de caniche hace unos días que no lo veo ; el ejecutivo del eterno maletín de piel hoy llega tarde, anda más rápido de lo normal y va sin el periódico ; el del camión de reparto de la panadería sigue alimentando las fantasías sexuales de las féminas viandantes, nunca tengo tiempo de pararme para contemplar esos brazos bajando cajas ; el viejo borracho del bar de la esquina ya solo me da los buenos días educadamente cuando me ve, después de que un dia a sus reiteradas obscenidades mañaneras respondí con una mayor y más imaginativa ya no se atreve conmigo, pero si con la rubia que venía detrás, que agachó la cabeza sin mirar y aceleró el paso repiqueteando sus tacones de aguja ;... claro que quizás yo para cada uno de ellos sea la chica del abrigo negro, o la desgreñada que nunca tiene tiempo de peinarse, o la que lleva siempre cara de mezcla de sueño y de mala leche mañanera,... vete tu a saber.

En fin, que después de tanto observar una mañana tras otra llega la inevitable clasificación que aunque yo no quiera reconocerla está ahí mentalmente agazapada hasta que un día la hago mía, y según ella hay tres tipos de individuos viandantes según su mirada :

1- EL INDIVIDUO SEGURO : Nada puede con ellos. Rezuman seguridad en sí mismos por todos los poros de su piel. Avanzan con paso firme y decidido y suelen ser de zancada grande y precisa. Dan la impresión de tener planificado cada minuto de trabajo del día incluso antes de entrar si quiera por la puerta de la oficina. Bien educados y diplomáticos pero sin sonreír excesivamente. Aspecto impecable y cuidado. La cabeza bien alta y la mirada siempre al frente pase lo que pase. Y si alguien como yo osa mirarlos de frente nunca son los primeros en retirar la mirada, siempre aguantan hasta el final.

2- EL INDIVIDUO CABIZBAJO : Nunca podrás saber de qué color tiene los ojos. Suelen ir con la mirada puesta permanentemente en el suelo, como si hubieran perdido algo y recorrieran el camino ya andado esperando encontrarlo. Pueden ser extremadamente tímidos, tanto como para no mirar a nadie a la cara. Quizás evitan encontrarse con alguien indeseable y piensan que mirando hacia abajo si tienen la mala fortuna de cruzarse con dicha persona pasará inadvertido porque no pueden verlo. Incluso hay casos en que esta postura de la mirada podría indicar simplemente que no les interesa nada de lo que pueda pasar en el mundo exterior y van concentrados interiormente en el mundo que han creado por y para ellos mismos. Avanzan normalmente con paso lento y descompasado, pero aunque su perspectiva sea hacia abajo jamás tropiezan con nada. Irónicamente, a pesar de pasarse todo el tiempo con la mirada puesta en el subsuelo, son los que menos objetos suelen encontrar fortuitamente.

3- EL INDIVIDUO DE VUELTA DE TODO : Estos suelen variar la forma de mirar según el día, la hora, el mes, la estación del año,... utilizan todos los tipos de mirada menos la directa a los ojos de la otra persona, miran hacia abajo, hacia los lados, de frente pero con ausencias, y son los únicos a los que he visto dirigir la mirada hacia arriba, a los áticos del centro, a las copas de los árboles, a la postal de Sierra Nevada al fondo entre los edificios, a los pájaros,... Son tremendamente despistados, a veces andan pegando pequeños saltitos casi imperceptibles y tropiezan más de una vez con alguien o con algo. Suelen tener un aspecto limpio pero desaliñado. Nunca se sabe si son tremendamente felices u oscuramente atormentados. Sus cuerpos andan por la misma calle que yo, en la misma ciudad, pero ellos viven en otro planeta, están muy por encima de todas las cosas mundanas. Estos individuos de la clasificación son los únicos que poseen algo que no tienen los demás y que yo nunca me canso de ver, de vez en cuando, a solas con sus pensamientos, recuerdan algo y se sonríen solos en plena calle. Entonces me encantaría que se sucediera una y otra vez un déjà vu para poder contemplar la misma imagen hasta que se parara el tiempo. No es una sonrisa de un recuerdo cualquiera de un chiste, o un sketch del programa de la noche anterior, no, cuando alguien se sonríe así por la calle sin importarle que lo vean es algo mucho más intenso que esta fuera del alcance de todos los demás que observamos. Sobra decir que la curiosidad que me suscita esa sonrisa más de una vez me ha llevado a que se me pasara por la cabeza la idea de ser una cretina maleducada y preguntarle al desconocido cual había sido el recuerdo.

Evidentemente hay personas que comulgan con una mezcla de los tres tipos de mirada, es una opción igual de respetable que las anteriores, pero para mi esas personas, no son de fiar, no suelen ser individuos transparentes.

Cualquiera que me conozca un poco sabe en que grupo me encuentro yo y a cúal aspiro pertenecer.

1 comentario:

Fernando dijo...

Me he dado una vuelta por tu blog.

Creo que soy de los "de vuelta de todo". Creo que camino de forma parecida.

Volveré a verte. Escribes demasiado bien.

Saludos