10 octubre 2007

SESIÓN DE MEDIANOCHE.

La minúscula cocina no era más que un pasillo sin razón en el que mi abultada compañera de piso apenas podía girar sobre si misma para darse la vuelta, en consecuencia el frigorífico y la lavadora convivían en armonía junto al sofá del salón, lo cual, si lo piensas bien, no deja de ser el paraíso de los vagos reincidentes, ya que podías conseguir una cerveza al instante con solo alargar la mano, sin cambiar de postura ni tener que esperar a los anuncios.

Al final de la calle empedrada se ubicaba un típico cine de barrio con varias salas. Era un superviviente del naufragio de los 80, con las paredes y los suelos enmoquetados en rojo satén, que bien podría haber pasado por un prostíbulo si no estuviera tan céntrico. No existían luces de suelo ni de emergencia, por lo que entrar con la película ya empezada y pretender sentarse era misión imposible. Las butacas estaban sobadas y envejecidas, la mayoría pringosas de ciertas sustancias cuya procedencia era mejor no averiguar, y algunas, reivindicando una pronta jubilación se negaban a plegarse una vez que te levantabas. Si en algún momento en medio de la oscuridad se te caía algo al suelo, era mejor darlo por perdido que arriesgarse a tantear inconscientemente con la mano abierta por aquella superficie de cosas sospechosamente inanimadas que en cualquier momento podían cobrar vida e intentar atacarte. La pantalla contaba con ciertas manchas y rajas insalvables en los primeros planos del protagonista.

La sesión de medianoche comenzó en un principio exclusivamente para el respetable género porno, salas X solo a partir de las doce. Cuando el cine para adultos se fue profesionalizando y se empezaron a crear salas específicas para este tipo de género, el cine del barrio prescindió del sexo fingido trasnochado y fichó por el cine independiente con sesión doble por 200 de las antiguas pesetas.

La primera vez salté de la cama a la una de la madrugada y encima del pijama me calcé las botas y el abrigo largo, y me vi sentada en la quejumbrosa butaca viendo una película japonesa de samurais subtitulada en inglés, y rodeada por un puñado de freaks despeinados y con gafas de montura de pasta que no hacían más que alabar el talento de Akira Kurosawa, esa fué la primera vez de otras tantas veces que ví "Los siete samurais", y yo sin saberlo.

Hubo muchas otras sesiones y películas, producciones europeas, coproducciones ítalo-francesas, anglo-americanas, hispano-argentinas,... subtituladas en inglés, francés, italiano, y hasta en japonés, pero daba igual, yo estaba allí noche tras noche con el pijama debajo del abrigo y mis 200 pesetas en el bolsillo.

Algunas veces acudían hombres solos cuyo único propósito era masturbarse en la cómplice oscuridad anónima de la sala. Siempre pensé que eran los vestigios del público entonces injustamente marginado que anteriormente asistía a esa misma hora a las sesiones porno, les daba igual la temática de la película, la fuerza de la costumbre es un hecho comprobado, y supongo que solo necesitaban de su antiguo entorno masturbatorio para dar rienda suelta al placer más antiguo del mundo. Nunca me molestaron, ni yo a ellos, me gustaba pensar que probablemente les estaba viendo en una íntima circunstancia en la que nunca lo habían visto antes sus madres o sus esposas.

Si había suerte mi entrada era la única que se había vendido, y la sensación de que proyecten una película solo para ti en un cine vacío hace que todo lo que pase en la gran pantalla cobre unas dimensiones de grandeza desbordante.

La carencia de idiomas para leer los subtítulos me hizo comprender en todo su sentido la verdadera magia del cine, el poder de una imagen en sí misma, mi vuelta al cine mudo en pleno siglo XX, porque simplemente intentaba seguir el argumento solo con lo que veía. Evidentemente se escapaban muchos aspectos de la trama, pero eso era lo mejor de todo, lo que faltaba ya se ocupaba mi imaginación de darle forma y además, con varias interpretaciones simultáneas. Entonces, aquellas películas con diálogos ininteligibles para mí, al igual que la vida misma, siempre tenían un final abierto.

Alguien me preguntó no hace mucho, cómo me definiría a mi misma, y recordé, después de no haberlo hecho en muchos años, el antiguo cine, y las sesiones de medianoche, entonces solo pude decirle, que "era una insomne que se levantaba a hurtadillas de la cama a la una de la madrugada, dejando al simulacro de novio número dos en el otro lado de las sábanas, para irse en pijama tiritando de frío en pleno enero al cine del final de la calle, y ver películas cuyos diálogos no entendía solo con el propósito de soñar despierta con cualquier historia que no fuera la mía". Más tarde caí en la cuenta de que le había respondido en tiempo pasado.

En el año 2000, un incendio acabó devastando las moquetas y todo lo demás del viejo cine de barrio, y estuvo nueve meses cerrado. En ese tiempo me mudé de calle, de barrio, y de vida. Cuando reabrieron el cine lo hicieron con moquetas de otro color, calefacción, aire acondicionado, sonido dolby surround, puertas de emergencia, luces guía en el suelo, tienda de palomitas, habían jubilado al antiguo taquillero, a los pajilleros nocturnos, y hasta a la peseta, y aquellas sesiones de medianoche habían desaparecido de la cartelera. El cine ya no era el mismo que conocimos, y tampoco nosotros éramos los mismos. Lo único que quedaba del pasado que tanto nos gustaba eran los bidés en los aseos de señora, me sonreí al comprobar que los habían conservado y que aún quedaba algo para recordar, porque siempre me pareció curioso que existieran en un cine.

Nunca después de mudarme he vuelto a pasar por esa calle, si tengo que visitar la zona siempre hago a propósito una maniobra de viandante que añade diez minutos más al recorrido para eludir ese tramo, un poco por aquello que poetiza Sabina de que "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver", o quizás también porque me da pavor que aquella chica de las sesiones de medianoche que todavía vive allí me vea por la calle y no sea capaz de reconocerme.

14 septiembre 2007

FOR SALE.

La gente mayor, los jubilados, los ancianos, la tercera edad, los abuelos, o como quieran llamarlos, pasan por mi pequeño reducto laboral de nuevas tecnologías para dejarme el testimonio de un pedacito del pasado, envasado en cuerpos lentos y torpes, cuyos recuerdos ya solo se venden como artículos baratos del todo a cien sin garantía de calidad a largo plazo. Inquieta la forma en la que el cerebro humano, llegadas ciertas edades, no es capaz de recordar lo q hizo el día anterior, pero puede procesar con todo lujo de detalles las vidas de hace 30 años. La mayoría viven en las mismas casas rurales donde nacieron ayudados por comadronas de vocación, que no de profesión, en una época en la que era corriente que en un parto murieran o la madre o el niño. Viven todavía en el reducto de sus recuerdos vitalicios, rodeados de fotografías y objetos que llenan el santuario de su pequeña existencia, por lo que el ejercicio del qué paso y cuándo se agiliza y se favorece en cierta medida.

No suelo recordar a menudo cosas de mi infancia/adolescencia, quizás hechos muy puntuales por la repercusión posterior, pero cuando visito la casa familiar los fantasmas del pasado a veces no me dejan mantener una conversación normal, son como flashes de imágenes contínuas, agazapadas durante mucho tiempo en algún rincón neuronal, y que con la proximidad de encontrarse en la casa donde se gestaron cobran protagonismo en el subconsciente más traicionero.

Hoy esa casa se ha convertido en un número más de la especulación inmobiliaria, este será el último verano que permanezca orgullosamente erguida tras 35 años, después entrarán las excavadoras y una constructora se hará rica vendiendo apartamentos minúsculos en primera linea de playa, y sus nuevos inquilinos, ajenos al hecho de que las vidas pasadas de algunos quedarán reducidas a escombros, empezarán a construir nuevos recuerdos sobre el mismo terreno, que echarán de menos en un futuro cuando otra constructora haga lo mismo.

Es solo una casa, algo material y sustituible, podrían pensar muchos. Me mudé allí antes de cumplir el año de vida, no he conocido otra cosa a la que se le pudiera llamar hogar, bueno o malo, pero al fin y al cabo el único que tengo, hasta ahora siempre contaba con un refugio fijo donde poder caerse muerto.Todo lo demás han sido casas de alquiler compartidas, novios de pega, y contínuas mudanzas a media noche adaptadas a una vida de mileurista morosa y amores de prestado.

Hoy, hay un enorme cartel promocional de la constructora que tapa gran parte de la entrada. Solo puedo pensar en una de las últimas escenas de "Cinema Paradiso", cuando el pueblo entero se reune delante del antiguo edificio del cine en ruinas para ver como lo derriban, no se trataba de asistir solo a una demolición, era un último homenaje al lugar que los vió crecer, enamorarse, casarse, tener hijos, y envejecer, una vida entera, cada uno con sus propios pedacitos de un pasado que trató a unos mejor que a otros, pero compartiendo un mismo techo, el adios a tantos recuerdos que desaparecerían en el mismo momento que el edificio cayera porque solo podían ser recordados allí dentro.

Solo que en mi caso, yo no voy a estar allí cuando las excavadoras hagan su trabajo.

10 agosto 2007

CAPTADOR DE TENDENCIAS.

Años después te daría la razón póstuma cuando comprendí que había hecho de mi comportamiento adolescente extremadamente tímido mi modo de mi vida.

Siempre fui lo suficientemente impopular e ignorado como para permanecer retraído en mi pequeño rincón espacial, expectante, como mero observador del más mínimo detalle de lo que ocurriera en ese mundo al que yo ansiaba pertenecer, y que entonces, no sabía la razón por la que me había sido negado, la descubrí años más tarde, con la destemplanza que produce la nostalgia de los recuerdos tempranos.

Tantos años pueriles de introvertida observación, en solitario, en silencio, como un animal agazapado, desembocaron en lo que soy, un captador de tendencias, básicamente alguien a quien contratan las empresas para que lleve una vida de viajante solitario, sin importarle, y se dedique a observar las nuevas tendencias que podrían ser muy rentables a corto plazo en diferentes sectores comerciales. Como el trabajo se basa en la soledad y la observación, prácticamente lo que ha sido mi vida en la infancia y la adolescencia, soy muy bueno en lo que hago, no podía ser de otra manera.

Hoy ya no viajo más, he visto demasiado del mundo, más de lo que probablemente me hubiera gustado, solo deseo levantarme mañana y no recordar los sitios en los que he estado. Hoy ya no trabajo más, redactaré mi último informe sobre las incipientes tendencias que se llevarán en un futuro más inmediato de lo que pensamos.

El progresivo calentamiento del planeta por la emisión reiterativa a la atmósfera de dióxido de carbono y otros gases contaminantes, ha provocado un efecto invernadero que desemboca en un progresivo cambio climático. Empezarán a aumentar las temperaturas en verano y descenderán en menor medida en invierno, hasta que apenas se note la diferencia entre las estaciones. Los polos seguirán derritiéndose cada vez más deprisa dando lugar a la desaparición de playas, costas, e incluso ciudades e islas enteras, provocando el pánico descontrolado y las migraciones forzadas de millones de habitantes que buscarán seguridad en tierra firme, con los consecuentes problemas de hacinamiento y falta de recursos. Desaparecerán numerosas especies animales y vegetales al extinguirse sus ecosistemas. El calor sofocante propiciará la propagación de enfermedades tropicales y otros virus aún no conocidos. Las empresas farmaceúticas harán su Agosto particular vendiendo protector solar factor 2000 para evitar el cáncer de piel y mascarillas con depósitos de oxígeno en aquellas ciudades donde el aire empiece a ser irrespirable y altamente contaminante.

Se impondrá la comida macrobiótica y los productos agrícolas alterados genéticamente, todo ello cultivado en enormes invernaderos artificiales, y tenderán a desaparecer de nuestra dieta las carnes y los pescados.

Los embarazos a la carta estarán a la orden del día, pudiendo elegir, no solo el sexo del bebé, sino también el color de pelo, de ojos, su cociente intelectual, y hasta sus preferencias futuras, pero esto no evitará los cada vez más frecuentes partos prematuros y el aumento de mal formaciones insólitas en recién nacidos debido a la contaminación y toxicidad circundante generalizada.

A cada ser humano al nacer se le implantará por ley un dispositivo bajo la piel de su muñeca izquierda, que deberá ser actualizado una vez al mes, y que bajo cualquier lector de código de barras ofrecerá información sobre su identidad, un GPS para su localización inmediata, antecedentes penales, expediente médico, puesto de trabajo, datos bancarios, e incluso servirá como tarjeta de crédito para cualquier pago. El Gran Hermano que todo lo ve, el control sobre los ciudadanos por parte del Estado será absoluto.

Los domingos los padres llevarán a sus hijos al museo de la ciudad para que contemplen los últimos ejemplares de árboles y puedan ver de cerca a animales extinguidos, aunque sean disecados.

El nuevo motivo de guerra no será el petroleo, ni la carrera armamentística, sino el control sobre el agua potable que quede sobre la Tierra. El punto más desfavorecido por los conflictos bélicos será el acuífero de Guaraní que ocupa parte de la superficie subterránea de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. El agua para consumo humano empezará a ser restringida y racionada a cuenta gotas.

En las ciudades más pobres del planeta prevalecerá la desertización extrema o las inundaciones prolongadas, según la latitud. Hará mella la hambruna, las enfermedades, la devastación de aldeas enteras y el vandalismo, que no será más que la única forma posible de supervivencia que les quede.

Podría soportar muchas de estas cosas, menos la deshumanización de las personas como tales. Las nuevas tecnologías gestionarán todos los aspectos de nuestras vidas, solo seremos un código de barras más en el disco duro de un servidor controlado, y la población estará dividida ideológicamente entre los tecnópatas y los conservadores. No hace falta que os diga en qué grupo estaría yo, pero los que me conoceis sabeis que no puedo quedarme, durante años nos hemos alimentado de sueños que creíamos posibles, pero hoy a este cobarde abatido todo aquello ya solo se le antoja como una lejana utopía en el rincón de los recuerdos.

Es curioso como al final he retrocedido a la abstracción de los quince años, ya no soy habitante del mundo sino de mi propia agonía aislada y enloquecida ante un futuro inexistente. Aquella isla de las muchas de Indonesia donde pasamos un verano entero, acabará sepultada bajo toneladas. Intentábamos adivinar entre risas a quién se le habría ocurrido la absurda pregunta de qué te llevarías a una isla desierta, cada día inventábamos respuestas diferentes que cambiábamos cada quince minutos, entonces no nos importaba el tiempo. Irónicamente, voy a vivir mis últimos días en esa isla casi desierta, y por fin he encontrado la respuesta a las tres cosas que me llevaría.

09 junio 2007

SOLO ESTABA MIRANDO.

Me gusta entrar haciéndome notar, saludando, para esperar que la dependienta de rutinario uniforme perfectamente planchado y sonrisa falsa de blanqueamiento dental me pregunte "si me puede ayudar en algo", así, siempre puedo contestar en el menor tiempo posible que "solo estaba mirando", si a esa respuesta le añades el vistazo disimulado de aquella mujer florero a mi atuendo, el hecho de que no te moleste más está asegurado, ha comprendido rápidamente que no voy a comprar nada.

Además, que tipo de pregunta es esa de "le puedo ayudar en algo? o buscaba algo en concreto?", si no especifican un poco más conmigo, que la mayoría de las veces lo que estoy pensando no se corresponde con el lugar físico en el que está parado mi cuerpo, cualquier día voy a contestar algo como "pues si, me encantaría comprar la esencia de la sonrisa , me dice en que estantería puedo encontrar el frasco?", hay que concretar, por favor, o se creen que solo por entrar en su maravillosa tienda para pijos sibaritas de barrios altos ya tenemos que estar centrados?, que la mente humana puede hacer varias cosas a la vez al mismo tiempo.

Y empezó el espectáculo de los alimentos más insospechados que la mano humana puede meter en un bote de cristal o en una lata de conservas. Allí vi mi primera codorniz degollada y embalsamada en escabeche, me recordaba a los fetos humanos que exhiben en los laboratorios, si mueves el tarro gira como una peonza solitaria sin un niño del pasado que la vuelva a accionar al pararse, solo faltaba que le hubieran añadido cuerda y música, espeluznante, por eso, siempre paso directamente a los postres y a las bebidas alcohólicas. También evito la parada en la charcutería, allí se calzan guantes de látex inmaculados y bisturís jamoneros de los más precisos, no cortan el jamón, directamente le practican una impecable operación de cirugía en las patas traseras. Y mejor no hablar del chorizo, la butifarra, el salchichón, el lomo embuchado,... si hay alguna mujer mayor solicitando que le den la pieza entera y sin cortar, no puedo evitar la connotación sexual, para que luego digan que son leyendas urbanas, si si.

Si te hacen aquella pregunta sin especificar al entrar y según ellos "el cliente siempre lleva la razón", entonces deberían proporcionar un lugar donde se pudiera comprar cualquier cosa tangible o intangible. Y a partir de ese razonamiento empecé a ver perfectamente alineados en las estanterías frascos con esencias de carencias que se pudieran comprar a cualquier precio, pero además, estaban personalizados. Cada cosa que veía estaba asociada a alguna persona que conozco que le sobra de una virtud que a mi me falta, o simplemente pedacitos de mí que fui perdiendo en alguna parte del camino desmembrado.

Pan redondo, crujiente, con su miga abizcochada, para cubrir de confitura de frambuesa, hecho por aquella que, incluso siendo prácticamente analfabeta, me demostró que a veces lo más sencillo y básico puede resultar tener una clase que lo diferencia de lo demás.

Bolsas de cubitos de hielo geométricamente perfectos, y con algún componente químico secreto que hace que no se derritan ni siquiera con las bebidas calientes, perfecto cuando el dolor que no se ve quema por dentro y no hay más remedio que echarse uno de estos icebergs para enfriar un vasito de indiferencia, creo que sé quién los inventó en su parte del mundo.

Dom Perignon reserva a 120 euros la botella, porque nunca emborracha y gusta compartirlo en ocasiones especiales con alguien a quien se aprecia, para poder beber unos versos de madrugada del poeta reprimido que siempre llevaste dentro, lástima que no me lo presentaras genéticamente.

El agua embotellada en cristal de colores y formas imposibles, algo cotidiano que se obtiene con solo abrir un grifo, pero embellecido a la máxima potencia, por si algún día necesito ducharme con la paciencia y la tenacidad, a pesar de la distancia, con la que siempre pusiste el tapón a tiempo para evitar una y otra vez que me colara por el desagüe de nuestras vidas, pararelas pero tan distintas.

La miel de romero artesanal y ecológica, que nunca empalaga y perdura en el tiempo, para untarme una dulce rebanada de recuerdo de un adolescente en un instituto de bachillerato que me enseñó como un solo beso puede llenar tanto que no haga falta nada más después, nunca los he vuelto a ver, ni a él ni al beso.

Los riñones al jerez, los corazoncitos de pollo, los higaditos con pimentón, las vísceras que alguno que otro me arrancó de un tajo y sin previo aviso dejándome desde entonces incompleta, ahora podría comprarlas y rellenar la úlcera cuando sea sangrante y no quede más hielo de la indiferencia en ese armatoste rudimentario y de alquiler que tengo por nevera.

Las pasas de Corinto, tan pequeñas y tan dulces, para comerme los rabitos de la memoria olvidadiza y poder desandar el camino de la enajenación transitoria, con el fin de retomar con cordura la dirección hacia la nevera y recordar por qué compré vísceras el día anterior.

Pero si hoy hubiera necesitado comprarme alguna carencia de esa tienda que solo abre en las horas en las que sueño despierta, hubiera sido sin lugar a dudas el producto estrella de mis adicciones, el chocolate, y en forma de mousse, el ruidito huidizo, que si prestas atención puedes escuchar, no es más que el chisporroteo de las burbujas de aire que va explotando la cuchara a su paso, y que una vez dentro de la boca producen cosquillas en el paladar, quedando reducido a una cuarta parte del tamaño de la cuchara que te metiste en la boca, por eso nunca harta, siempre quieres más. Mousse de chocolate que encerraría la risa inagotable de Mister R, que consigue que el tiempo se detenga porque toca reirse, para luego volver a retomar las agujas del reloj un poco más despacio marcando a cada segundo la diferencia entre el comer por necesidad o hacer de la necesidad de comer un placer añadido en cada R.

15 abril 2007

SI WARHOL LEVANTARA LA CABEZA.

Hace tiempo alguien me preguntó que si Warhol viviera en el S.XXI en lugar de las sopas Campbell cual hubiera sido el icono más representativo de la sociedad actual que le hubiera hecho famoso. Se barajaron muchas imágenes posibles en mi cabeza a modo de archivo fotográfico, como el teléfono móvil, el Ipod en todos sus tamaños y colores, el ordenador portátil, quizás el retrato de Bill Gates triunfante, aunque personalmente preferiría el de Richard Stallman descojonado (este blog corre sobre Ubuntu),la comida basura en todas sus variantes (devoradores de menus prefabricados que sufren la inversión de los roles y acaban siendo devorados por patatas carnívoras asesinas), los implantes de silicona cancerígenos, las drogas de diseño (cientos de pastillas de colores dispuestas de una forma determinada para lanzar algún mensaje preconcebido y descarado), la posible fórmula secreta de la Coca-Cola, la NO imagen de las torres gemelas, el anuncio publicitario del paquete de Winston hecho por el rey,... podría haber cientos de combinaciones posibles en las que Warhol hubiera puesto su ojo.

Sin embargo, como es costumbre en mi persona, me decanté por lo más rebuscado, nada de lo que raya en la evidencia más visual, sino algo que recogiera una muestra del objeto y el tipo de persona que simbolizan este siglo que algunos se han empeñado en calificar como la "era de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación" (las TICs).

Y entonces lo vi claro, Warhol hubiera pintado un tríptico con la misma imagen en tres colores diferentes, y la composición sería una habitación con un escarabajo en una silla tecleando en un portátil.

El objeto representativo sería el ordenador, hoy por hoy se cae un servidor en cualquier parte del mundo y se genera tal caos informático que en la mayoría de los casos se paralizan múltiples acciones cotidianas hasta que se arregla la avería con la consecuente pérdida de cifras millonarias. Hemos hecho de los informáticos nuestros héroes locales, los salvadores del caos, hoy en día quién tiene un amigo informático tiene un tesoro, no se le invita a casa a comer los Domingos para que disfrute de un suculento menú, sino para que te arregle el ordenador y puedas ahorrarte la factura del servicio técnico.

El tipo de persona representativo sería el escarabajo, que antes de la transformación kafkiana era un indivíduo como otro cualquiera. Y vuelvo a hablar en este blog de lo que un amigo mio bautizó como el "síndrome de Gregor", en alusión a la Metamorfosis de Kafka, de cómo un indivíduo anónimo en una sociedad cualquiera reivindica su derecho a ser aceptado por el entorno que le rodea, y cuando no es así, tiende hacia el aislamiento mas devastador hasta que deja de interesarle por completo todo lo que hay fuera y se entrega a una agorafobia voluntaria entre cuatro paredes que constituyen su único refugio anímico atemporal. El ordenador y la conexión ADSL es su único contacto con el exterior, escudado tras la pantalla se siente protegido de un mundo externo que le produce pavor. A través del teclado no existen miedos, ni inseguridades, ni complejos, ni rechazos, todo el mundo miente, y se crea la vida ficticia que le hubiera gustado tener en la realidad más cercana, un mundo cibernauta de engaños que proporciona placeres de comunicación comprendida que no habían experimentado antes en sus vidas reales, y que evidentemente llevan aun círculo vicioso del que ya ni pueden ni quieren salir.

Quizás este planteamiento pueda resultar exagerado para muchos, pero sin contar con cifras estadísticas, me atrevería a decir que la mayoría de las personas que frecuentan un chat es básicamente por dos motivos : que buscan desesperadamente una cita sexual para esa noche ; o que es un gregoriano. Por supuesto, no me gusta generalizar, habrá de todo. Y tampoco quiero dar una imagen del tipo gregoriano como alguien desdichado, amargado, y que necesita de un psicólogo, cada cual sobrevive como puede o como le dejan, es una forma de vida como otra cualquiera, totalmente respetable, y con la que mucha gente se siente a gusto.

He conocido a muchas personas de muy diversos tipos en toda clase de chats, y cada vez me reafirmo más en el hecho de que no existen raros, ni freaks, ni rechazados, ni inadaptados, ni introvertidos,... creo simplemente que algunos no consiguen encontrar a sus iguales antes de caer en el universo gregoriano.

14 abril 2007

ORSAI (HERNÁN CASCIARI).

Si le contaras a cualquier español medio que conoces a un tipo que a veces mastica con la boca abierta, quita la chapa de las botellas de cerveza con los dientes, eructa, se saca los restos de carne de los dientes con la antenita del teléfono móvil, miente a cada rato, vacila en exceso en las entrevistas y no se corta en llamar cerdo a quien intenta dejarlo en ridículo, acusado de cínico y prepotente, autoeditó su propia entrada en la Wikipedia y su retirada salió a debate por una excesiva autopromoción, pasa el día en casa delante de un ordenador, o se tira peos sonoros en presencia de su hija vanagloriándose de ello en algunos casos, y en otros, les prende fuego con un mechero hasta conseguir la consecuente llamarada anal. Si dijera que conozco un tipo así en España, probablemente nadie me pediría que se lo presentara, es más, llegaría un punto en la conversación en que después de esto ya no querrían saber nada más del personaje, ya se habría instalado en la imagen mental de quien me estuviera escuchando la fotografía neuronal de un tipo casposo, indeseable, con méritos suficientes para protagonizar la próxima entrega de Torrente. Prejuicios y más prejuicios, todo el mundo se cree con derecho a prejuzgar sin conocer y a condenar antes de tiempo a cualquiera que no se comporte o no piense como nosotros. Que pocos han buscado en el diccionario el significado de la palabra "tolerancia".

Nada de lo escrito aquí ha sido intuido o inventado, él mismo reconoce todas estas acciones en una entrada de su blog Orsai titulada "Problemas en la relación padre-hija". Lo que a algunos tanto os horroriza no es más que lo que todos hacemos en un momento dado del día cuando nadie nos ve, y el que esté libre de pecado, si es que a eso se le puede considerar pecado, que tire la primera piedra y escriba un blog.La diferencia reside en que a él no le importa reconocerlo públicamente porque no tiene de qué avergonzarse, porque probablemente dice lo que piensa cuando lo piensa sin importarle lo que digan de él, y eso, en España, lo que suscita es puritita envidia con mayúsculas, porque vivís en el regazo seguro de la hipocresía atemorizados por el qué dirán, en el momento que a alguien le van bien las cosas y es reconocido por alguno de sus méritos, os tiráis a la yugular de la envidia malsana hasta encontrar algo con lo que poder ridiculizar. Afortunadamente, los torturados están por encima de vuestras necedades cansinas y repetitivas, y están por encima precisamente por eso, porque no son necios con demasiado tiempo libre.

Para mí solo es Hernán Casciari, no lo conozco personalmente, ni falta que me hace, no me importa lo que hace en la intimidad ni que lo cuente, no me interesan lo más mínimo sus técnicas de marqueting, lo único que sé es que cuando ha publicado texto nuevo en Orsai esa lectura queda reservada para la última hora del día, cuando ya he salido del trabajo, cuando estoy tranquila en casa y puedo disfrutarlo al 100% sin interrupciones, como el mejor bocado del plato que se deja para el final esperando que ese sabor sea el que quede en la boca. Es el recuerdo de esa lectura que días después todavía sigue rebotando en el subconsciente con el regusto de las cosas que calan hasta los huesos. Son los textos que pones de ejemplo y comentas cuando salen a debate temas similares en conversaciones trasnochadas con unas cuantas copas de menos. Es el blog que recomiendas a quien aprecias. Son los textos que comentas con tus amigos argentinos de adopción española, aún sabiendo, que si les pides que te hablen sobre los quioscos argentinos puedes acabar sintiéndote culpable de haber despertado la nostalgia patria que ni todas las cosas buenas españolas han podido acallar con el tiempo y la distancia.

Y diré aún más, "la invasión argentina ya ha llegado", y esto va para todos aquellos intolerantes que no pueden soportar que un argentino ocupe un puesto de trabajo de la misma categoría que el suyo, o que se vuelven del revés cuando un argentino usa el cenicero de la mesita de noche de su novia con cuatro piropos bien dichos después de tantos años de relación. Yo estoy encantada, y lo digo con la boca llena, deberíamos de importar el dulce de leche, a Gardel, a los tangos, los alfajores, los quioscos, las navidades en verano, las parrilladas de carne a granel, la leche cultivada, la cirugía plástica barata, las sobremesas interminables después de comer, los nerdos, los pibes, los boludos, los pelotudos,...todas las palabras que quizás algún día por el uso extendido y descontrolado de las mismas la Real Academia de la Lengua no tenga más remedio que recoger en su diccionario más que aburrido y obsoleto.

Sí, Hernán Casciari es argentino, como muchos otros, y lo que os jode es que pueda ganarse la vida sentado en el sofá de casa, sin tener que ir a trabajar, y diciendo lo que piensa.

Más tarde llegué a la conclusión de que encima las críticas vienen por parte de aquellos que ni siquiera han leído nunca ninguno de sus blogs.

Hablar sin conocimiento de causa, el deporte nacional español.

17 marzo 2007

MUTACIONES INVOLUNTARIAS.

En el verano del 89 sufrió su primera mutación involuntaria en un hospital público, cuando estaba a punto de cumplir los ansiados 18, compartiendo habitación con enfermos extraños que no sabían nada de su vida, ni ella de la suya, cada uno prisionero de sus propias miserias físicas más que visibles, y un dedo pegado al botón de la esperanza, que no era más que el llamador de las enfermeras para suplicar otro calmante milagroso. Entró por urgencias con una vida que se reducía a estudiar poco y divertirse mucho, una adolescente más en un mundo lleno de normas hechas por adultos, y salió dos meses después con el corazón hastiado y envejecido y la sonrisa fugada de la boca.

El estaba allí, al final del pasillo, un pasillo interminable poblado por las conversaciones entrecortadas que se escapaban a través de las puertas entreabiertas, mientras avanzaba hacia su habitación. No era más que otro número en las estadísticas de tráfico sobre el aumento de accidentes de moto en la época estival, con el añadido de una negligencia médica en el postoperatorio por la que tuvieron que cortarle dos dedos de un pie. Se pasaron todo el verano buscando la manera más frívola de disimular los muñones, la que más les convenció fue la de los capuchones de los bolígrafos, le encajaban a la perfección, les dolía tanto la parte estética que nunca pensaron que no volvería a doblar su rodilla derecha jamás. Solo lo vio una vez más después de irse, arrastraba una severa cojera, mucho alcohol del olvido en sangre, y su novia no había conseguido digerir los efectos secundarios del nuevo producto farmaceútico de cinismo en cápsulas en el que se había convertido, al igual que tampoco quedaba ni rastro de aquella enorme sonrisa hospitalaria.

Quizás podían disfrazar el olor infectado de orina, de familiares sudorosos trasnochados, de cuñas hechas en serie por vaciar, el olor del dolor nocturno y el amanecer sin despertar, de los llantos ahogados en el silencio, de las comidas ausentes de cualquier sabor específico, todo quedaba camuflado por un olor aséptico impersonal difícil de quitar de la piel mucho tiempo después. Pero aunque la muerte tenga olor e intentaran que pasara desapercibido, también tiene cara, estaba agarrada a aquellos ancianos de pómulos cadavéricos, mirada perdida, y con tubos por cada orificio de un cuerpo que ya no tenía nada que decir, solo esperar. Ellos ya no estaban allí, sus esperpentos caminaban sin sombra entre dos mundos separados, por el tránsito que les llevaría hacia el lugar donde habita la eterna juventud y los seres que amaron y perdieron en el camino. Eso es lo que le gustaba pensar cuando los observaba a distancia. Aquella era la casa de la muerte, vivía y se alimentaba de los indefensos octogenarios para distraer la eternidad, en espera quizás, de cuerpos más jóvenes que le aportaran la frescura de la repentina tragedia familiar.

De aquella primera mutación involuntaria quedaron imágenes que le gustaría no haber visto nunca, y que no desaparecen con el paso del tiempo ni aunque cierres los ojos con fuerza, pero aprendió a hacerse amiga de la mala suerte y el destino.

De la segunda mutación involuntaria, es curioso, solo recordaba un taxi y una canción en la radio, lo demás creía que la mente se había encargado de ir borrándolo sin ella pedírselo. Allí sentada, mirando por la ventanilla, escuchando aquella canción cursi y melancólica de un cantante del que no habría comprado un disco jamás, el tiempo se hizo más lento, todo empezó a moverse con retraso, un segundo por detrás del movimiento giratorio de la tierra, y los latidos del corazón se hicieron cada vez más rápidos golpeándole los tímpanos, y la congoja extrema de la falta de aire dio paso al momento de la lucidez de la crueldad de las cosas irremediables, y nació el actor que todos llevamos dentro.

Vestida con un uniforme que suponía el disfraz de todas las mañanas de algo o alguien que no era ocupó su puesto de trabajo desplegando una amplia sonrisa, y empezó a vender libros en medio de la vorágine de compras navideñas que se asfixian con las calefacciones demasiado altas en un Agosto artificial. Pero cuando empezó a escuchar el tímido sonido del hielo, cobrando cada vez más fuerza, resquebrajando su propia carne y expandiéndose por todos los rincones de su cuerpo hasta poseerlo, entonces lo supo, ya no tenía que fingir mas el abatimiento, ya no hacía falta, se había convertido en otra persona viviendo a bajo cero, al igual que un inmenso glaciar azul a la deriva con el 75% de su indiferencia oculta bajo las tumultuosas corrientes oceánicas.

En espera de la próxima mutación, suele quitarle los capuchones a los bolígrafos, se hizo con aquella canción, peregrinando de vez en cuando por la esperanza de la fortaleza tardía, para poder conseguir escucharla hasta el final sin sentir nada, y todavía cuando se sube en un taxi con la tapicería de cuero siente el frío polar de dentro hacia fuera.

A veces recuerda como era antes de las mutaciones y se sonríe a lo lejos, como si fuera otra persona observándose a sí misma, y otras veces, simplemente, no quiere recordarlo. Lo que siempre quedó es la destemplanza de la nostalgia agarrada al flotador de los recuerdos de vidas pasadas, ni mejores ni peores, sencillamente diferentes.

Porque el todo se alimenta de las continuas mutaciones de cada una de las partes,el secreto está en no distanciarse demasiado para que en los reencuentros no se noten los cambios.

22 febrero 2007

PÁGINA EN BLANCO.

Para algunos supone un lienzo en blanco que empieza a amarillear por el ahorcamiento prolongado del caballete cansado de estar de pie ; para otros, quizás una partitura virgen a destiempo con un pentagrama no nato que no acaba de musicalizarla ; un trozo de arcilla sin forma , que solo es eso porque las manos que la custodian no han podido visualizar lo que realmente esconde en su interior ; e incluso algunos usan la visión mental de la página en blanco para retrasar una eyaculación precoz que ya dura más allá de la adolescencia que todo lo justifica, y que, en la mayoría de los casos, es inevitable. Pero en mi caso, supone abrir el blog una noche tras otra, picar la opción de "nueva entrada" y solo ver el recuadro de texto en blanco con el cursor parpadeando insistentemente con la mirada fija en el teclado, la sola visión de ese cruel parpadeo ya supone una presión añadida, está ahí esperando su momento de gloria o de mediocridad, según se mire, paciente, atemporal, impertérrito, tiene todo el tiempo del mundo, el portátil está funcionando con CA, mientras haya electricidad tendrá vida y lo sabe. Después de tantas noches conoce el final del supuesto intento frustado, su objetivo es convertirse en un post de merecida lectura, pero después de apenas dos líneas mal escritas y un uso indiscriminado de la tecla "retroceso", acabará condenado al ostracismo indeciso que temen hasta los cursores al ser etiquetados como "borrador", para perecer inevitablemente, en un plazo no superior a 24 h, en la ejecución informática definitiva tras un clic en "eliminar". Y en el fondo, comprendo su difícil situación, es normal que se ponga tan nervioso, todos queremos llegar a ser alguien, su única oportunidad en su corta vida es esta noche, mañana el turno de existir le habrá sido concedido a otro distinto, me está pidiendo que le ayude pero solo soy el pánico a la página en blanco de mi propia mente que podrían oler hasta los mismísimos perros, hoy como ayer lo único que consigo proyectar en este teclado con migas incrustadas en sus ranuras es la misma nada, me está suplicando que le ayude, y yo me apiado de su desesperación y he empezado a teclear y "retroceso", teclear y "retroceso", sin orden ni coherencia, como los locos cuando no saben qué inventarse, como el amante al que se le acaba de pillar en una patética mentira, como la inexplicable lluvia torrencial en un día de agosto, y esto, esto que lees ahora es lo que único que he conseguido materializar en signos ortográficos que llevaban enconados demasiados días.
Le he prometido que no habrá borradores, ni retoques, ni revisión ortográfica, no habrá más demora. Esta noche, el cursor y yo seremos alguien, quedaremos inmortalizados, aunque solo sea en un post de un blog anónimo que probablemente no vaya a leer nadie.
Por ser el primero en llegar y el último en irte, ahí va mi homenaje al cursor del jueves 22 de febrero del 2007 a la 1:53 de la madrugada, voy a picar la pestaña de "publicar".
Feliz viaje hacia la existencia.

26 enero 2007

BARES DECADENTES O DECADENCIA EN LOS BARES?.

Bares decadentes o la decadencia en los bares?, parece lo mismo pero no es igual.
La decadencia en los bares, después de haber permanecido en muchos de ellos hasta la hora de ponerse las imprescindibles gafas de sol para salir a la realidad exterior a la hora del cierre, podría definirse como ese punto de la larga madrugada de excesos, cuando empieza a amanecer, en que ya solo se divisan en la barra a camareros cansados y de mal humor que no ven el momento de llegar a sus casas, a un cierto número de borrachos babosos que balbucean insistentemente, no sin esfuerzos vocales, que les sirvan la última copa para llevársela en vaso de plástico, o que sin querer ingerir más alcohol de garrafa permanecen en el local intentando llevarse a casa, sin ser el momento de demasiadas exigencias, a esa hora, para los heterosexuales, si no es un hombre todo vale, a cualquiera de las despistadas que vaya más inconscientemente alcoholizada y pueda mitigar su soledad sexual sin tener que enamorarse. Es la hora en que empiezas a tomar consciencia del garito deprimentemente vacío, que parece mucho más grande cuando el eco de tu voz oliendo al último vodka maldice al tipo que te ha robado la chaqueta que no encuentras, y cuya sola imagen de ese barrito negro cubriendo el suelo, aderezado con una alfombra de fin de semana de vasos medio vacíos, o medio llenos, según se mire, y cristales y botellas esparcidos por las paredes laterales, ya te deprime tanto que dan ganas de salir corriendo cuando piensas que solo ibas a tomarte una copa y otra vez te han dado las 7 de la mañana, pero cuando haces el intento de abandonar el bar de moda del barrio que con las luces semiencendidas se ha convertido en un antro como tantos, todavía tienes que sacar fuerzas de flaqueza porque los pies los tienes atornillados a ese suelo pegajoso que ha cambiado de color y no puedes moverte, lo único que te queda por hacer, o más bien, el último ridículo antes de dormir es marcarte un baile, ya sin música, con efecto peonza, muy lamentable. Por qué a esa hora todo vuelve a hacerse real?, las luces laser con gente enloquecida bailando a cámara lenta han sido sustituidas por focos fijos de luz amarillenta que no dan lugar a puntos muertos de visión, el estruendo de los decibelios que maneja el DJ ha dado paso al ruido de cristales en el suelo arrastrados por las escobas mugrientas de los camareros que remueven el hedor de alcohol en proceso de fermentación, la barra y los muebles de diseño a esa hora parecen más viejos y sobados que antes, y Cenicienta hace ya horas que perdió su zapato y su mundo ha vuelto a ser el que era antes, en definitiva, la magia de la noche se ha evaporado y la resaca viene pisando fuerte reivindicando su lugar en las primeras horas de la mañana para hacerse más fuerte y poderosa al mediodía. Solo queda la opción de buscar cualquiera de los after que abren a las 7 de la mañana, pero, no nos engañemos, eso solo sería prolongar la agonía de la decadencia del último bar en el que estuviste.

En cambio, lo de los bares decadentes, es otra cosa muy distinta.
Para empezar, no hacen gala de nombres rebuscados o pegadizos, simplemente se conforman con existir frecuentemente bajo la denominación de "piano-bar". Engloban un conjunto de reminiscencias de los años 70 ya olvidadas por los abarrotados locales de moda. Entras por la puerta y el calor puede sentirse condensado en el olor rancio de la moqueta color rojo que lo envuelve todo, el suelo y hasta las escaleras subterráneas hacia el baño. Todos los ojos del bar se vuelven hacia el recién llegado scaneando tu persona de arriba abajo e intentando adivinar qué se te ha perdido en ese local que no encaja de ninguna de las formas con tu manera de vestir. Pero da igual que tus vaqueros sean demasiado largos y arrastren deshilachados por la parte del talón, da igual que no lleves una correcta falda con medias a juego, cuando te acercas a esa barra con prominente saliente tapizado en cuero, y te sientas en esos taburetes de altura interminable, el camarero nunca te dirá "qué te pongo?", se acercará con su negro traje y pajarita desfasada y te dará las "buenas noches" educadamente para luego preguntarte "que desea usted tomar?". Servirá la bebida en un vaso ancho de cristal grueso, colocará un posavasos en la barra y depositará tu whisky de doce años encima acompañado de un plato de frutos secos y un par de servilletas. Te dará fuego en el preciso instante en el que intentas buscar tu mechero. Y si haces el amago de levantarte para dirigirte a otro lugar del bar nunca refunfuñará "págame la copa antes de sentarte", más bien te pedirá por favor "le importaría abonar la consumición en este momento?".

En todo piano-bar que se precie suele haber un lánguido pianista que toca viejas melodías de jazz a cámara lenta, como si llevara toda la vida tocando la misma y ya no le quedaran fuerzas para repetirla. Encima del piano viejo y destartalado reposa una copa y un cenicero que aloja un cigarro con forma de ceniza consumido. Y aunque hace años de estos bares salieron grandes pianistas, la mayoría nunca encuentran billete para el tren de las oportunidades y se quedan formando parte del mobiliario de por vida. Y junto a él, partidas interminables de un billar que siempre dio ventaja a las bolas de un color por su marcada inclinación hacia la izquierda.
Los clientes que frecuentan estos locales suelen ser hombres maduros que se dejan caer con mujeres que nunca son sus esposas y que tampoco tienen la edad de sus hijas, más bien prostitutas entradas en años, de bajo coste y con overbooking nocturno, que se esfuerzan por entrar en una talla menos de falda, marcando lo que sobra, y que a esas horas de la noche ya tienen alguna que otra carrera en la media y la pintura a medio correr, probables esperpentos de lo que un día fueron o les hubiera gustado ser.

La decoración, en general, brilla por su ausencia, y la iluminación es escasa y tenue cuanto más te alejas de la barra, poniendo de manifiesto el humo de los cigarros flotando en películas lumínicas a medio techo que podrían condensarse en un tarro de cristal, como un perfume, la esencia de la decadencia. Los sillones suelen ser acolchados, mullidos y haciendo esquina a juego con las mesas de baja altura.

Toda esa decadencia setentera tiene forma de saco de los sueños rotos que nunca tiene fondo. Recuerda a las viejas glorias del cine holibudiense que nunca aceptaron el momento en el que dejaron de ofrecerles papeles protagonistas y murieron solas y en el más absoluto de los olvidos en una casa de tres plantas. Un retroceso en el tiempo en la memoria de los no recordados. Al menos, los bares decadentes son un fiel reflejo de la realidad, la decadencia que se ve es la que hay fuera, no es un efecto óptico producido por luces de neón que te hace aterrizar sin anestesia en la puerta de la salida, allí no se engaña a nadie, nadie pierde la partida de billar, solo deja de ganarla, las cenicientas no extravían sus zapatos porque normalmente se los dejan puestos llegado el momento.

En fin, bares decadentes o la decadencia en los bares?, supongo que todo va en función de si ese día queremos evadirnos de la realidad o comulgar con ella.

P.D.: A mí me gusta frecuentar los dos tipos de decadencia.

20 enero 2007

TE SOBRABA = ME FALTABA.

Te sobraba el lenguaje de las palabras = Me faltaba el léxico de la coherencia.
Te sobraba el frenesí de la locura = Me faltaba la serenidad de la cordura.
Te sobraba tanto arte = Me faltaba tanta inspiración.
Te sobraba calle en línea recta = Me faltaba planeta en redondo.
Te sobraba perderte en la niebla = Me faltaba encontrarme en el abismo.
Te sobraba reconocida personalidad = Me faltaba desconocida identidad.
Te sobraba el fundido en negro = Me faltaba la apertura en blanco.
Te sobraban días a medias = Me faltaban noches enteras.
Te sobraban acordes bien sonantes = Me faltaban instrumentos verosímiles.
Te sobraban mis noes malhumorados = Me faltaban tus sies complacientes.
Te sobraba pronunciar "nunca" = Me faltaba desear un "ojalá".
Te sobraba un = Me faltaba un
Te sobraba aire puro para respirar = Me faltaba espacio intercostal.
Te sobraban mentiras complacientes = Me faltaban verdades dolorosas.
Te sobraba azul de mar para pescar = Me faltaba un pez que muriera por mi boca.
Te sobraba el espacio entre cuatro paredes = Me faltaba carretera a ninguna parte.
Te sobraba sexo diurno = Me faltaba amor nocturno.
Te sobraba el cigarro de después = Me faltaba el paquete de la satisfacción anímica a medias.
Te sobraba con creértelo = Me faltaba contrastarlo en el Google después.
Te sobraba el lado práctico de los utensilios más cotidianos = Me faltaba aumentar mi colección de objetos inservibles.
Te sobraba con la lluvia inoportuna a media mañana = Me faltaban gotas resbalando por el cristal a media tarde.
Te sobraba echar de más = Me faltaba echar de menos.
Te sobraba espuma en el jabón = Me faltaban burbujas de irrealidad.
Te sobraban números uno en ventas = Me faltaban vinilos pinchados en el plato de los recuerdos.
Te sobraba un año sabático = Me faltaba una baja indefinida.
Te sobraba creer en un cielo para los justos = Me faltaba la existencia de un infierno vengativo.
Te sobraban cafés negros para esperarme = Me faltaba la espuma del Cola-Cao para evadirme.
Te sobraba tu culpable hombría = Me faltaba tu inocente adolescencia.
Te sobraba paciencia para convivirme = Me faltaba tolerancia para sobrevivirte.
Te FALTABA la valentía admirable de los humillados = Me SOBRABA la mentira de la venda en los ojos.
Aunque después de tantas pausas y reinicios en el tiempo, ahora lo sé,

TE SOBRABA YO = ME FALTABAS TU.

14 enero 2007

DIME COMO MIRAS Y TE DIRÉ QUIEN ERES.

En mi persistente manía adquirida con los años de observarlo todo minuciosamente y luego clasificarlo, he descubierto una nueva forma de etiquetar a las personas según te miran cuando te cruzas con ellas caminando por la calle hacia el destino que sea. También me dedico a imaginarme las vidas de las personas que viajan en mi autobús, a qué se dedican, si están casadas, si tienen hijos, por qué tienen caras de tristeza, alegría, enfado..., pero eso es otro asunto que no viene al caso.

He de decir que no hago clasificaciones de individuos discriminatorias, elitistas u ofensivas, con el tiempo aprendí que para ser aceptado tal y como uno es tiene que empezar a incluir la tolerancia de vez en cuando en su vocabulario y hacer uso de ella, aunque desafortunadamente, no siempre el entorno responde de la misma manera. Solo se trata, según quienes me conocen, de mi tendencia a personalizarlo todo, a hacerlo mio, a tener mis propias clasificaciones que a veces son inexplicables para todos los demás menos para mí.

Cuando uno pasa mucho tiempo andando por la calle, empiezas a reconocer a todas las personas con las que te cruzas, por el simple motivo de que todas ellas, al igual que tu, hacen el mismo trayecto a pie todos los días a la misma hora. Son esas caras conocidas de vista que si las ves en cualquier otro lugar fuera de ese contexto ya te pasas toda la tarde con esa cara dando vueltas por el cerebro devanado, que no es capaz de decirte de qué conoces a esa persona hasta que llega el día siguiente por la mañana, te la vuelves a cruzar y de repente, has visto la luz, ya sabes de que te sonaba esa cara. Lo peor y más bochornoso llega para los despistados como yo , que en esas situaciones, todavía crees que conoces al individuo en cuestión de otra parte y que aunque eres incapaz de recordar su nombre ni quien es, intuyes que debes pararte, saludar e incluso preguntar por la familia, para perplejidad del que tienes en frente que para no quedar mal, como tampoco recuerda quién eres, no decide deshacer el entuerto, te sigue la corriente, y encima le has pasado el mismo conflicto mental a su cerebro que se tirará un buen rato también devanándose para intentar acordarse de alguien que nunca ha conocido personalmente. Hasta que al día siguiente, a la misma hora de la mañana y en el mismo trayecto de calle, los dos al cruzarnos y mirarnos a la cara, vemos la luz, saludamos tímidamente, nos damos cuenta de la metedura de pata hasta las ingles de la tarde anterior, y solo puedes acelerar el paso y morir en el intento de ahuyentar el bochorno lo antes posible.

Incluso a medida que pasan los meses empiezas a diferenciarlos y a notar su ausencia si un día faltan a la cita obligada del cruce de miradas en la calle. Y vas recopilando datos mentalmente a medida que avanzas: la señora del abrigo verde se ha comprado otro en las rebajas, me parece el mismo pero de otro color ; el viejecito del chucho nervioso con pelado afeminado de caniche hace unos días que no lo veo ; el ejecutivo del eterno maletín de piel hoy llega tarde, anda más rápido de lo normal y va sin el periódico ; el del camión de reparto de la panadería sigue alimentando las fantasías sexuales de las féminas viandantes, nunca tengo tiempo de pararme para contemplar esos brazos bajando cajas ; el viejo borracho del bar de la esquina ya solo me da los buenos días educadamente cuando me ve, después de que un dia a sus reiteradas obscenidades mañaneras respondí con una mayor y más imaginativa ya no se atreve conmigo, pero si con la rubia que venía detrás, que agachó la cabeza sin mirar y aceleró el paso repiqueteando sus tacones de aguja ;... claro que quizás yo para cada uno de ellos sea la chica del abrigo negro, o la desgreñada que nunca tiene tiempo de peinarse, o la que lleva siempre cara de mezcla de sueño y de mala leche mañanera,... vete tu a saber.

En fin, que después de tanto observar una mañana tras otra llega la inevitable clasificación que aunque yo no quiera reconocerla está ahí mentalmente agazapada hasta que un día la hago mía, y según ella hay tres tipos de individuos viandantes según su mirada :

1- EL INDIVIDUO SEGURO : Nada puede con ellos. Rezuman seguridad en sí mismos por todos los poros de su piel. Avanzan con paso firme y decidido y suelen ser de zancada grande y precisa. Dan la impresión de tener planificado cada minuto de trabajo del día incluso antes de entrar si quiera por la puerta de la oficina. Bien educados y diplomáticos pero sin sonreír excesivamente. Aspecto impecable y cuidado. La cabeza bien alta y la mirada siempre al frente pase lo que pase. Y si alguien como yo osa mirarlos de frente nunca son los primeros en retirar la mirada, siempre aguantan hasta el final.

2- EL INDIVIDUO CABIZBAJO : Nunca podrás saber de qué color tiene los ojos. Suelen ir con la mirada puesta permanentemente en el suelo, como si hubieran perdido algo y recorrieran el camino ya andado esperando encontrarlo. Pueden ser extremadamente tímidos, tanto como para no mirar a nadie a la cara. Quizás evitan encontrarse con alguien indeseable y piensan que mirando hacia abajo si tienen la mala fortuna de cruzarse con dicha persona pasará inadvertido porque no pueden verlo. Incluso hay casos en que esta postura de la mirada podría indicar simplemente que no les interesa nada de lo que pueda pasar en el mundo exterior y van concentrados interiormente en el mundo que han creado por y para ellos mismos. Avanzan normalmente con paso lento y descompasado, pero aunque su perspectiva sea hacia abajo jamás tropiezan con nada. Irónicamente, a pesar de pasarse todo el tiempo con la mirada puesta en el subsuelo, son los que menos objetos suelen encontrar fortuitamente.

3- EL INDIVIDUO DE VUELTA DE TODO : Estos suelen variar la forma de mirar según el día, la hora, el mes, la estación del año,... utilizan todos los tipos de mirada menos la directa a los ojos de la otra persona, miran hacia abajo, hacia los lados, de frente pero con ausencias, y son los únicos a los que he visto dirigir la mirada hacia arriba, a los áticos del centro, a las copas de los árboles, a la postal de Sierra Nevada al fondo entre los edificios, a los pájaros,... Son tremendamente despistados, a veces andan pegando pequeños saltitos casi imperceptibles y tropiezan más de una vez con alguien o con algo. Suelen tener un aspecto limpio pero desaliñado. Nunca se sabe si son tremendamente felices u oscuramente atormentados. Sus cuerpos andan por la misma calle que yo, en la misma ciudad, pero ellos viven en otro planeta, están muy por encima de todas las cosas mundanas. Estos individuos de la clasificación son los únicos que poseen algo que no tienen los demás y que yo nunca me canso de ver, de vez en cuando, a solas con sus pensamientos, recuerdan algo y se sonríen solos en plena calle. Entonces me encantaría que se sucediera una y otra vez un déjà vu para poder contemplar la misma imagen hasta que se parara el tiempo. No es una sonrisa de un recuerdo cualquiera de un chiste, o un sketch del programa de la noche anterior, no, cuando alguien se sonríe así por la calle sin importarle que lo vean es algo mucho más intenso que esta fuera del alcance de todos los demás que observamos. Sobra decir que la curiosidad que me suscita esa sonrisa más de una vez me ha llevado a que se me pasara por la cabeza la idea de ser una cretina maleducada y preguntarle al desconocido cual había sido el recuerdo.

Evidentemente hay personas que comulgan con una mezcla de los tres tipos de mirada, es una opción igual de respetable que las anteriores, pero para mi esas personas, no son de fiar, no suelen ser individuos transparentes.

Cualquiera que me conozca un poco sabe en que grupo me encuentro yo y a cúal aspiro pertenecer.

04 enero 2007

LOS HIJOS DE LA DEMOCRACIA.

Aunque mi origen en este mundo fue en los últimos años de la dictadura, se puede decir que vine a hacer acto de llanto hospitalario cuando ya se cocía a fuego lento la idea de la democracia en este país. Y luego vino lo de "españoles, Franco ha muerto" con las lágrimas entrecortadas de Carlos Arias Navarro, yo era demasiado pequeña para entender el tremendo cambio político que experimentaría el país a partir de aquella muerte afortunadamente deseada por muchos, pero recuerdo vagamente un televisor prehistórico en blanco y negro situado en el centro del salón con decoración setentera, en cuyo interior había un hombre metido en una caja que era la causa de que ese día el luto oficial no nos permitiera asistir a las clases en el colegio. Y más tarde llegaron las ansiadas elecciones generales y Adolfo Suárez como primer presidente de la historia española trayendo al país aires renovados que hicieron soltarse la melena a más de uno.

Pero a los que llegamos al mundo en esa época de transición, la generación de los que hoy rondamos los 30, nos tocó vivir la cuenta inicial desde cero, una nueva época diferente a la que vivieron nuestros padres o nuestros abuelos, y la educación que ellos habían recibido, esa educación estricta, reprimida y opresiva de la que hacía gala la dictadura, ya no servía para nosotros, y muchos de nuestros padres descolocados se negaron a aceptarlo, cegándose ante la idea de que los tiempos habían cambiado.

La mayoría tenemos en nuestro árbol genealógico antepasados que sostuvieron un fusil en la Guerra Civil en cualquiera de los bandos, historias que quedan grabadas con letra de garabatos en la niñez de la memoria delante del fuego de la chimenea, cuando los mayores decían aquello de "eran otros tiempos", ya entonces mostraba poco o ningún interés por la política y mucho menos por una guerra, por lo que oía pero no escuchaba. Fueron tiempos difíciles los de la posguerra española, y los mayores coinciden en la hambruna tan tremenda que asoló el país. Por este y por muchos otros motivos, aún siendo la mayoría de las familias españolas de los años 70 de clase media, nuestros progenitores se empeñaron en proporcionarnos todo aquello que ellos no habían podido tener, quisieron darnos hecho todo aquello por lo que ellos habían tenido que luchar tantos años para construir, y así nos convertimos en la generación cómoda y despreocupada que vivía el desconcierto de la dictadura machista dentro de casa y la destrucción acelerada de tabues y represiones en la calle. Y la mezcla de todo un poco solo podía llevar a la rebeldía adolescente de chicos incomprendidos que se iban a comer el mundo. Ya no hacía falta que nos tiráramos a la calle con pancartas y gritos de libertad por un país demócrata porque eso ya lo habían conseguido nuestros padres, y costó tanto trabajo que el terreno político ya estaba solucionado para muchos años. Cambiamos la creencia católica del matrimonio y la familia por la ley del divorcio recién estrenada y el sexo promiscuo sin amor, a los 18 había que ir pensando en perder la virginidad o eras un pardillo ante tus compañeros de instituto, y si no conseguías estrenarte, al menos, tenías que tener muy presente el arte de saber mentir y fardar al mismo tiempo. Llegó la moda del destape y el escándalo para muchos de ver en aquella televisión en blanco y negro a famosas con generosos escotes enseñando más de lo que permitía la Santa Madre Iglesia, pero nosotras tampoco tuvimos que reivindicar el poder enseñar lo que nos viniera en ganas mientras íbamos a las urnas a votar porque eso ya lo hicieron nuestras madres, nosotras pasamos directamente a las minifaldas extremadamente cortas y los asientos traseros del dos caballos con chicos que nos sacaban unos cuantos años porque los de nuestra edad todavía eran imberbes. No nos hizo falta demostrar que los guateques y el Duo Dinámico eran un auténtico pestiñazo de la España profunda, porque nuestra generación ya mamaba de las notas musicales de la movida madrileña y bailando "Escuela de Calor" en plena calle con unos cuantos litros vendidos a menores. No tuvimos que presionar para deshacernos de la religión católica, podíamos elegir la asignatura de ética en lugar de la de religión en los institutos y los domingos por la mañana mientras mis padres acudían a la Iglesia yo dormitaba la resaca del sábado anterior sin ningún tipo de recriminación paternal posterior. Ya no teníamos que pensar en amenazar al profesor cuando te pegaba con la regla por el interminable número de suspensos, porque se repetía curso o en el peor de los casos si "el niño no sirve para estudiar" papá te colocaba en su empresa y todos tan contentos, pasaba hasta en las mejores familias. No tuvimos que luchar por una educación porque la educación básica era obligatoria, venía impuesta desde la incubadora, y cuando desperdiciábamos en juergas las becas universitarias porque no aprobábamos el primer año, todavía papá aún sin poder permitírselo económicamente hacía un esfuerzo más para seguir pagando de su bolsillo. No tuvimos que reivindicar el derecho de las mujeres a poder decidir libremente sobre su maternidad porque las feministas ya estaban inventadas y repartían condones en la calle, y si el látex por aquella época no era de la calidad deseada tampoco importaba mucho porque ya no había que pagarse un viaje a Londres para poder abortar, "nosotras parimos, nosotras decidimos", quién no recuerda aquella frase?, y años después, la píldora postcoital evitó hasta que tuviéramos que pasar por el quirófano. Cambiamos los pucheros de la abuela y el chocolate casero de los domingos por la comida basura y la Coca-Cola. Aquellas fiestas en casa de chicas en pijama fueron sustituídas por el móvil y el messenger.

Y podría seguir poniendo ejemplos, pero la conclusión sería la misma, con el tiempo y la distancia ahora lo analizo en frio, aunque la intención de nuestros adultos era buena, se vieron desbordados por aquella vorágine de cambios sociales que no pudieron asimilar y como consecuencia tampoco supieron aplicarlos a la educación de sus hijos, aquellos hijos que hoy cumplimos treinta y tantos y que crecimos en una atmósfera de incomprensión, en un ambiente donde todo se nos daba hecho, donde la ausencia de ideales políticos, religiosos, familiares,... nos hicieron huecos por dentro, pura contradicción sin saber que rumbo tomar, rebeldes pero conformistas, incomprendidos pero sin irnos de casa hasta los 30 y pico, cómodos y chupa tintas exprimiendo hasta la última moneda del cerdito roto hace ya tiempo, introvertidos en casa y extrovertidos en la calle un sábado por la noche, hasta los niños de familia bien querían ser malos, pésimos estudiantes pero sin ganas tampoco de trabajar, en definitiva, una generación vacia y ociosa pasto del consumismo y de las necesidades impuestas por la sociedad. No había nada importante por hacer y nos hicimos unos héroes de las drogas de diseño y del sexo alcoholizado sin amor, todo ello aderezado con algún que otro piercing y/o tatuaje. Fue lo único nuevo que nos dejaron por explorar, las pastillas con nombres de personajes de comic manga, por poner un ejemplo, y todo tipo de experiencias sexuales que harían avergonzarse hasta al padre más liberal.
Y muchos se dieron cuenta pasados los años que había que ganarse la vida de alguna manera, y cuando se cansaron de divertirse a costa de sus padres trabajaron en lo que pudieron o en lo que les dejaron, y perdieron la libertad paternal adquirida en la adolescencia cambiándola a los 30 por la esclavitud del matrimonio, los dos coches, los niños, los colegios de pago, la hipoteca, los bancos, las letras, las deudas, y alguno pensará que todo esto es ley de vida y que los inmaduros somos los que no pensamos así, pero permítanme discrepar si les digo que yo prescindiendo de todo eso soy mucho más libre que la mayoría. No soy ni más ni menos que hija de la democracia, y lo digo con la boca llena, el resultado de toda la sociedad que me rodea y que algunos se han empeñado en imponer sin consultarnos al resto de los que formamos parte de este circo, así que, no me jodais!!!.


PD : Mientras escribía esta entrada he presenciado uno de los terremotos más largo y más intenso de todos los que he vivido en Granada, se han caido bastantes cosas. Brutal!!!!!!
El Generalísimo debe de andar revolviéndose en su tumba.

02 enero 2007

LAS LLAMADAS PERDIDAS DEL 11 M.

No hace mucho miraba un reportaje que trataba de mostrar a los televidentes el servicio a la comunidad de Madrid que prestan día tras día los trabajadores del SAMUR. Un trabajo que me pareció durísimo e ingrato y que no está pagado con dinero sobretodo cuando se trata del servicio nocturno. Pero lo que más me llamó la atención fue que a la pregunta de cuál había sido el día más duro en lo que llevaban de profesión, la respuesta era unánime y sin excepción, el 11 M.
Supongo que para la mayoría de los españoles hay un antes y un después del 11 M en la historia de este país. Un día en el que se olvidaron nacionalismos y rencillas políticas y todos los españoles fuimos madrileños. Con la nariz pegada al televisor sin importarnos que había trabajo atrasado en las oficinas. Con la sensación de que aquello no podía estar pasando, no en nuestro país, no en Madrid, con la esperanza ingenua de que en cualquier momento nos despertaríamos de aquella pesadilla y todo quedaría en un mal sueño, pero no fue así, las televisiones seguían transmitiendo en directo el horror, el caos, el pánico, todo ello llevado en tiempo real a todos los habitantes del país que eran incapaces de dejar de mirar por mucho que doliera. Mucho vimos que no deberíamos de haber visto nunca, imágenes imborrables, testimonios desesperados de testigos presos del pánico y la ansiedad, vídeo aficionados sin escrúpulos, montañas de escombros con personas atrapadas en su interior, el reconocimiento de los cuerpos por los familiares en el pabellón 6 de IFEMA, la desolación en las caras de los bomberos y trabajadores del SAMUR que ya poco podían hacer, en definitiva, un país paralizado en hora punta que sin haber podido asimilar todavía aquella tragedia se preguntaba el por qué de la matanza y buscaba culpables a quien poder odiar.
Las informaciones que se filtraban a través de los medios de comunicación eran confusas, la autoría no estuvo clara hasta bien entrada la mañana, lo que en un primer momento se pensó que era un acto terrorista de ETA, hipótesis que defendía el Gobierno, más tarde, a raíz de las primeras pistas, se aclaró que se trataba de un atentado adjudicado al terrorismo islamista. A tres días de las elecciones generales se intentaron manipular las pruebas y ocultar la verdad que todo un país pedía a gritos manifestándose, y la falta de transparencia de la que hizo gala el PP le costó las elecciones. El 14 de Marzo los españoles se acercan a las urnas de los colegios electorales marcados por el dolor y la manipulación de la que habían sido objetos.
Todo el mundo recuerda qué estaba haciendo ese día en la hora fatídica, o cómo se enteró de la brutal noticia, yo no recuerdo especialmente eso, la imagen que se quedó grabada en mi retina, y con la que todavía a veces sueño, fue la de los cuerpos sin vida que iban rescatando los bomberos de los escombros. Estaban alineados uno junto a otro en los andenes desiertos de las vías del tren, allí solos, sin custodia, esperando sin notar la tardanza que los trasladaran al pabellón de IFEMA para el posterior reconocimiento por algún ser querido cuya vida no volvería a ser la misma. Sus cuerpos sin vida los habían cubierto con telas blancas que en algunos casos dejaban ver una mano, un trozo de pelo o un pie sin zapato. Y el sonido, el sonido aterrador de los móviles que no paraban de sonar, distintos timbres y distintas melodías a la vez, los móviles que todavía llevaban entre sus objetos personales, esas llamadas perdidas que ya nunca iban a poder devolver, y con cada llamada una historia, una vida entera truncada, y al otro lado un familiar enfermo de preocupación que no se cansaría nunca de insistir con la esperanza incierta de que le cogieran el teléfono. Y desde entonces empecé a pensar que si la muerte hiciera algún ruido al desplazarse sería una insistente llamada perdida de un móvil.